Marshall y Eric McLuhan plantean en su texto “Leyes de los medios” que “todos los artefactos humanos son extensiones del hombre, proferimientos o locuciones del cuerpo humano o de las psique, privada o corporativa. Es decir, son habla o traducciones de nosotros, los usuarios.” Así mismo ellos plantean que “los medios de servicios de las tecnologías, son inaccesible al examen directo, ya que sus efectos son principalmente subliminales.” De esta manera padre e hijo pretende presentar las “leyes de los medios” (tétradas) para “ofrecer un sistema prefabricado de identificar las propiedades y las acciones ejercidas sobre nosotros mismo por nuestras tecnologías..”, esto lo hacen mediante cuatro leyes que son formuladas a través de preguntas : “¿Qué aviva o intensifica o hace posible o acelera el artefacto?, ¿Qué desplaza o caduca por el nuevo órgano?, ¿Qué recurrencia o recuperación de antiguas acciones y servicios es en puesta en juego simultáneo por la nueva forma? Y ¿Cuál es el potencial de inversión de la nueva forma?”.
Efectivamente, los objetos son parte del cuerpo y no cuerpo extraño, por lo tanto constituyen el ambiente, en que el ser humano se mueve. En este sentido los nuevos artificios rompen con la objetividad privada, por lo tanto la libertad esta perdida, no te puedes separar, incluso envuelven y alteran los sentido, ya que el surgimiento de nuevo aparatos cambian la forma de vida, transformando esa realidad en una experiencia fragmentada, entonces es incuestionable como dice McLuhan que “ el medio es el mensaje”, esto esta relacionado con el impacto que cualquier medio produce tanto en los individuos como en la forma en que estos se relacionan.
De hecho como dice Erich Fromm “el hombre ha construido su mundo, que es su obra, se ha transformado en su dueño, un dueño frente al cual debe inclinarse, a quien trata de aplacar o de manejar lo mejor que puede. El producto de sus propios esfuerzos a llegado a ser su Dios”. Incluso Zigmnt Bauman dice “los medios destinan a representar verdades subjetivas”, “ya sea genuino o putativo a los ojos de los analistas, el status de la identidad asociativa- la oportunidad de salir de compras, de ponerse o sacarse la verdadera identidad, de moverse- ha llegado a significar libertad para la sociedad de consumo.”
En concreto, “el hombre no solamente vende mercancías, sino que también se vende así mismo y se considera como una mercancía”, en este sentido el hecho de que “la confianza en si mismo dependa del éxito de la propia personalidad constituye la causa por la cual la popularidad cobra tamaña importancia para el hombre moderno” afirma Erich From. Basta como muestra el automóvil es el ejemplo de la extensión del cuerpo, muchas veces es fácil de observar o escuchar que muchas personas se compran un auto que le brinde cierta identificación personal con el, buscan un móvil con vidrios polarizados, con llantas modernas, tratan en esa adquisición de volcar un deseo que refleje un mensaje como dicen los jóvenes “que tenga onda el auto”, convirtiéndolo en propiedad privada, caduca el fin de la época del caballo y el carruaje” ya que el primer auto a vapor, que en realidad era un triciclo de tres ruedas, fue creado en 1769 por un inventor de origen francés Nicholas Cugnot, luego este fue remplazado en el siglo XIX por coches de combustión interna con cuatro ruedas fabricado por Daimler, paralelamente nacen coches franceses como Peugeot, a su vez se recupera con la evolución del automóvil, la facilitación del traslado, de estar donde quiera, la seguridad, de que llegara directamente al destino, con el camino que quiere, es decir comodidad, confort, placer y status, invierte su potencial de traslado en una nueva forma en el surgimiento sobre el taxi, dándole posibilidad a utilizarse como una herramienta de trabajo. El taxi hace posible la amplitud del cuerpo en cualquier lugar público, caduca la fuerza física que realizan las personas por desplazarse en bicicleta, sino tienen coche propio, recurre al chofer permitiéndole brindar un servicio al cliente con el fin de trasladarlo, con cierta rapidez, a cualquier punto de la ciudad, como es llevado este servicio pago, a los limites de su potencial, se invierte en 1928 en el colectivo o taxi- colectivo, debido que el taxi era muy caro para pagar, y los clientes era muy pocos, entonces se generan vehículos grande con ofertas de tarifas a solo 20 centavos, la quinta parte de lo que hubiera costado un taxi en ese momento, para que los urbanos se animen al consumo del mismo.
Por otra parte, Mcluhan señala que “cualquier nuevo medio de servicio, como los que fueron creados por el alfabeto o el ferrocarril o los automóviles, o el telégrafo o la radio modifica profundamente la naturaleza y la imagen misma de quienes los emplean”. Desde luego, un reflejo de esto son los restaurante un servicio creado por el hombre para la familia, que ha influenciado emocionalmente en los sujetos por medio de la publicidad, así pues el restaurante extiende al estomago, ya que por lo general este servicio, es un lugar que recibe al hombre con su necesidad de comer lo que no hay en su casa o una comida rápida, desplaza a la ama de casa que no tiene ganas de cocinar, recupera al chef, al cocinero, al trabajador que brinda sus habilidad con el fín de obtener su remuneración al terminar la jornada, también recupera a los mozos, que brindan su atención para el servicio de sus mesas, y satisfacer al cliente, se invierte en este servicio el rencuentro familiar, de amigos alrededor de la mesa y la alegría de celebrar cumpleaños.
En definitiva, es muy importante que a partir de la Leyes de los medios propuesta por Marshall Mcluhan, podamos reflexionar como periodista críticos, que estamos en un entorno mediático, donde los objetos, artefactos y medios tienen poder de acuerdo a nuestra utilidad, en la medida que nosotros evolucionemos con ellos, sin olvidar que somos hombres, que no debemos perder identidad propia y “la necesidad de pensar: que es lo que nos hace pensar”, según Theodor Adorno.
Por Noelia Ahubán
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